La ciudad duerme sobre sus senos.
Se cobija con sus pezones.
Yo deambulo en cada esquina de ésta.
Divago entre las páginas de los edificios,
soplo y le doy vuelo a cada fragmento de ellos...
Beso cada andén.
Mantengo la seguridad de que no hay paraíso ni infierno que pueda igualar esta colcha.
Las nubes de este sitio carecen de luz.
Son luciérnagas que palpan la oscuridad...
Plasmo mi lengua en cada ventana...
Dialogo con cada cóndor que se posa en los hombros
de las farolas.
Indago por los pasillos...
Observo sombras extraviadas.
Yo me hago el perdido...
Me hago el extranjero;
pero a pesar de ello
la ciudad saborea mi noción...
Nota que intento transcribirla, que persisto en ampliar mi conocimiento.
Pero lo que ella no sabe es que sólo me hostigo
con cada reencuentro y con cada paso al olvido que ésta da sobre mí.
Ella quiere exilio.
Yo sólo deseo aullar entre sus lunas.