Apareció la nieve,
blanca y serena,
con su manto de espuma
de lirios y azucenas.
Apareció sin ruidos,
sin gritos, sin palabras,
sin cantos de arrogancia
de versos con fragancias,
sin rumbo y sin nostalgia.
Apareció vestida
en una noche oscura
sin luna y sin estrellas,
con vientos de alaridos
que aúllan en manada
cubriendo las paredes,
los techos de las casas,
los caminos violentos
y las nubes que pasan.
Apareció y me vio
una y mil veces
mientras vos de dormías
debajo de cobijas
calientes y arrobadas.
Apareció y te dijo
que durmieras tranquilo
ya la hora llegaba
de descansar en casa.
Apareció de pronto
y miró por la ventana
viéndome descalza,
desnuda y disfrazada.
Una mueca en los vidrios
de cantos de guitarras
y palomas al viento
que vuelan hasta el alba.
Mirar por la ventana
es mirar la futuro,
al deber de mañana,
a las cosas queridas
y a las otras que pasan.
Mirar y ver la nieve
es un placer mordido,
un anhelo lejano
y un soñar en la nada,
mientras voy a la cama
a llorar mi ignorancia.