Que a Bécquer conocer yo aquí quisiera
aupado con sigilo a un estribillo,
mirando desde un ojo en el rabillo
en una de las rimas que eligiera.
Volando golondrina en primavera
de mi imaginación hasta algún nido,
gracias dando de haberme introducido
cual humilde gorrión en su sesera.
¿Y después? jurarle amor eterno
y pedirle un favor, que me instruyera,
o mejor me prestara su cuaderno.
Y se lo pido, absorto, de rodillas
como él en su verso a Dios pidiera
de un corazón penando que hace astillas.
©donaciano bueno
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