Quiero dormir en tu mirada y amanecer en tus besos. Hospedarme en tu piel sedosa y descorrer tus ventanales mientras mis manos se deslizan por tus enredaderas. Descubrir cada centímetro de tu cuerpo hasta conquistar el paraíso. Disfrutarte en pleno, que es cómo caminar por la blanca playa de tu océano de delicateses corpóreas; son los pedazos vida a través de pequeñas huellas, hendiduras que rasgan hasta el último suspiro del labio que besa las aguas de tu boca. Es la siembra del destino en el universo de lo que siento. Te miro entre el follaje que crece estoicamente entre los pedruscos de la bahía azul. Solo un artista único pudo hacerte inmortal, mi obra de arte que fascina a los ojos extraños y te inmortaliza en el lienzo que guarda todo este corazón ardiente de pasión. Qué esos maravillosos instantes no los borre el olvido, que dispara su maleva ráfaga de pesares. Sus huestes han construido una muralla de bloques macizos que buscan impedir que las caricias se vuelquen en nuestras almas. Ha llegado el tiempo de revitalizar este amor atascado en la confusión. Hoy reafirmo la pertinencia de este amor. He tomado un guaral para tratar de medir aquello que siento. Tendría que viajar hasta el último tálamo del abismo, buscar en sus cavidades, sin embargo es inútil. Este amor vulnera lo alto y lo profundo, es tan inmenso como infinito; nunca podré medirlo sencillamente porque es imposible poder cuantificar cuando se entrega el corazón para siempre. Quizás pasen en los años, la piel se arrugue y la vieja muerte se pasee oronda por nuestros predios. Ni siquiera la tétrica expresión del seol, logrará que se esfume todo lo que un día te brindé en aquella tarde cuando mis ojos te vieron. La verdad es qué mi alma siempre será tuya…