el poeta del abismo

Huellas que de ti no descendieron (Aslyn).

Para vivir le puse tu nombre a la vida,
y otrora, Aslyn, te sembré lauros inquietos
y tú me acercaste el misterio de una luz entera.
Oh muchacha en la cintura de la niebla,
de peinados finos y estola bordada,
la suerte era tu reflejo de tus ojos tibios.

¿Olvidaste el ala del verano,
el recuerdo del linaloé, tu voz decendida?
¡Ah! Bella y sedosa del oriente,
abremee las brazos para que te abraze más,
y tú algo respondes con la voz atada
en la lenta luz eterna, y el agua de ti se cansa,
Ay, silenciosa, ries cuando está el mar cansado
Y abres en vergeles tus ojos apartados.

Aislyn, tú me callaste desde esos ojos,
oh, y la tierra era tu piel fresca,
oh, y nos dimos lo que no supimos inventar.
Viene tu voz sefardí, de antaño, casi extinta
y mientras la gleba de nuestro pueblo
se hunde sin la molicie de tu esencia.
Aslin, ¿acaso esperas un rosicler
del brazo izquierdo del aire?
De ahí nos Llegaron alas para olvidar
y luego otras para recordar
pero se cerrara el linaloé de tu cuerpo
y tal vez, si las flamas se dejaran para luego,
si tal vez, si todo aquello se dejara para algo nuestro,
algo de amor , algo de esos calvarios,
iríamos a esas calles donde ninguno ha pasado
pero nadie de nosotros latía todavía,
y todo era
y no sé si vino tuya o mía la ausencia.