Para hacer más liviana la batalla
preparando con tiempo la partida,
ese muro cercano, esa muralla
que separa la muerte de la vida.
La espada de Damocles que amenaza
tan llena de rencor, resentimiento,
la razón arrancó que le atenaza
y al miedo le retó lanzando al viento.
Y al corazón de golpe le echo a un lado
y hasta a su alma eliminó de cuajo,
y es así que aunque no fuera malvado
al sueño mismo le envió al carajo.
Es curioso pues no se oyó protesta,
ni un grito, ni un lamento por su sino
aceptando llamada tan siniestra
esa última estación en su camino.
©donaciano bueno
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