Dani fijó su mirada en un pequeño gorrión. Su abuelo le había contado que, en ocasiones, se produce un cambio en su plumaje, tornándose iridiscente. Una fría mañana, el niño quiso comprobar tan mágico suceso y esperó a que la luz solar emergiera entre las montañas, pero no ocurrió nada. Por entonces, su madre, Anna, estaba embarazada y Dani esperaba, con ilusión, la llegada de un hermanito. El día de su nacimiento vio a un gorrión resplandeciente posarse sobre el alféizar de la ventana. Entonces, comprendió que el alma del pajarillo habitaba en el menudo cuerpo del recién nacido.