Sólo amándote me lleno de instinto.
Con tu canto yo armo paisajes,
catedrales suaves,
árboles que caminan hacia algún festejo,
gente sin peligro;
y entonces,
todos los silencios mueren.
Mueren cuando tu aliento baja entre los muros fríos de mi cuarto.
Y ya no hay más soledad.
Sólo el equilibrio de tus ojos celestes.
G.C.
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