Observó con carita asustada
a la puerta que pronto abriría
y un jarrón que en pedazos estaba,
viendo al niño que ha poco corría,
persiguiendo una bola rayada,
carcajeando con mucha alegría.
Esa puerta que vio en la distancia,
pareció demostrar su disgusto
y ese miedo que vive en la infancia
despertó con el golpe y el susto.
La pelota botó por la estancia
y aquel juego perdió todo el gusto.
En sus manos sus dedos buscaban,
un rincón para usar de escondite
y sus ojos más grandes estaban
y su pecho saltaba de agite.
Y sus miedos tan solo esperaban,
quién le tranque, le insulte y le grite.
En la puerta sonó la perilla
y el sudor empapó a aquel pequeño,
gruesas lágrimas vio en su mejilla,
del jarrón ya llegaba su dueño.
Fuertes lapos pensó en su costilla,
cuánto diera por ser solo un sueño.
-¡Hola!- Dijo un gigante, voz gruesa
y en segundos por fin brotó el llanto.
Suavemente sintió en su cabeza,
una mano que dijo -no es tanto-
y dos brazos rodearon su cuerpo
y le puso su padre en su canto.
Y miró su carita asustada
la limpió con su mano caliente.
-Vales tanto que el mundo no es nada
y el jarrón es tan solo de veinte-
Se juntaron en una mirada
y sintió un dulce beso en la frente.