Siento un goteo, pringoso, repulsivo,
una sangria de pus y sangre infecta,
un entrecruce de dagas ponzoñosas,
un aquelarre de insultos y miserias.
Nuestras campanas redoblan a rebato
mientras chirrian las puertas del infierno,
en las mazmorras se afilan los cuchillos
y en los altares crepitan los inciensos.
Son los clarines que anuncian más festejos,
tarde de toros sin publico en la gradas,
tercio de puyas capote y banderillas,
mientras los diestros empuñan sus espadas.
Y abandono la arena de un portazo,
doy un salto mortal por la escalera
y me lanzo a la calle de la vida
con los ojos pletoricos de nada,
arañando el pellejo de la noche,
sorteando visiones y fantasmas,
arrastrando la vida por los suelos
disputando a las ratas sus cloacas.