La conocí en un sitio a las afueras
De cuyo nombre no quiero acordarme.
Tranquila, se fumaba un cigarrillo.
La luz se le fundía en las caderas
O es eso en lo que yo pude fijarme
Dada la estrechura de su pitillo.
Yo no pude evitar echarle un ojo
Y descubrir su semblante lobuno
Con un tono pálido en la mejilla.
Se tocó aquel cabello pelirrojo
Y me dijo: “toma, te invito a uno”
Mientras me acercaba la cajetilla.
Cruzamos un largo paso de cebra
Dando saltos como gacelas locas
Presos de la ebriedad y el celibato.
Cuando se nos acabó la ginebra
Ya estaban ocupadas nuestras bocas
Sincrónicamente pasando el rato.
Callaban en su cuna las estrellas
Mientras desabrochaba mi camisa,
Mientras me traspasaba el pantalón.
Perdidos en un bosque de botellas
Nos fuimos comiendo sin sed, sin prisa,
Sin nada que objetar al corazón.
Tras una hora perdidos en la nada
Volvimos de pronto a una nueva vida…
Sabíamos que estábamos mintiendo.
Entonces se me cruzó su mirada,
El semblante de una desconocida
Que, llorosa, se marchaba corriendo.
Intento rebuscar en mi memoria
Más recuerdos, pero ha pasado un año
Y no es precisa la mente del hombre.
Ahora que me acuerdo de aquella historia
Me resulta cada vez más extraño
Ya no poder ni recordar su nombre.