En su palma la hierba se mecía
Entre dos papeles blancos y finos.
Quemaba la senectud de los linos
Que hallaba en la vieja cigarrería.
En su mirada ardía el leviatán
De una abstinencia mal acontecida.
A cara o cruz se jugaba la vida
Con el tahúr seco del alquitrán.
Entre sus dedos tenía París
Para llevarse a la boca el delirio.
Su piel se le caía como el lirio
Deshojado en el humo del hachís.
Malvivía en el vidrio del alcohol,
En la sequedad del opio y la astilla.
De cuando en cuando, alguna jeringuilla
Le abrazaba a la venida del sol.