adiós, David,
tu visión hace de mi capa el color de piedra de los muertos;
adiós, hasta ahora.
no veré tu camino
pues debo arrojar mis ojos a las calandrias
que viajan lejos
entre montes y montañas,
entre montones de nubes,
surcando inalcanzables nomeolvides,
jardines de párpados para tu dorada voz.
mi cuerpo recorre el juego de las noches,
la sabiduría del ladrón,
y la sed para pintar alturas
donde no renacen ya las aves cantoras,
las raíces del cedro cansado,
y la hiedra pegada a mi pupila.
adiós, hasta ahora.
tus manos de colores fijos
quizás detengan mi negro plato de comida,
y nada de pedir socorro:
bailarán los impíos
o fingirán que están bailando
para no reconocerte
en el contorno ávido, David,
de tu lujoso nombre.
ahora baila solo
yo contemplo este espejo de piedra
y ésta, mi mano,que zambulle,
reuniendo escarabajos agrios para nuestra cena,
desnudos los dos como jóvenes hambrientos.
busca ya tu plato
y tu rumbo
nunca más tomaré mi vino junto a un sueño.
G.C.
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