Mientras tiemblan los ojos tirita la luz.
¿Quién se mueve: tú o yo?
En la subida por la vereda
a sesenta grados de altura
vemos una línea en el horizonte
allí el cielo toca la tierra.
“Parece que nos aproximamos al mar”
exclamas contenta. ¿Qué puedo pensar?
Nunca lo había percibido así.
Siempre concentrada en el peso que llevaba
había olvidado el camino, el viaje.
Sólo importaba el destino,
aunque se tratase de una avenida más, otro paso que dar.
Luces en la noche, sin ser estrellas sino farolas.
Puntos amarillos infinitos, chiquititos,
grandes, fijos y distantes.
Puntos de personas, millones de razones y casas.
“El sol baña los edificios”, te emocionas.
El motor se confunde con la música,
pero tan sólo en mi oído.
Nadie a mi lado, yo me acuerdo de ti.
No hay nadie sentada en este sitio,
solamente una energía que escribe
recordando un tiempo que siempre cambia.