Esta es la historia de una abeja llamada Alipia, que era muy perezosa y no le gustaba salir a libar las flores como lo hacían sus compañeras.
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A ella le fascinaba fabricar la miel, sólo que no le gustaba recorrer largas distancias para volar de flor en flor.
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Alipia estaba preocupada y sólo pensaba cómo hacer para fabricar miel sin tener que ir de flor en flor.
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Todo esto se lo contó a Hermenegilda, otra abeja de su mismo panal que era su mejor amiga
- Ah ya sé, le dijo: ¡Me enamoraré!
- ¿Acaso las abejas enamoradas son más trabajadoras?, preguntó asombrada Hermenegilda
A lo que Alipia dándose aires de importancia y de abeja muy experimentada le contestó:
- Como es sabido, los enamorados llevan flores a sus enamoradas y ofrendan su amor con adornos florales, así que si logro que alguien se enamoré de mí, seguramente me traería flores y así ahorraría el trabajo de tener que ir a los jardines.
Y así comenzó su plan…
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Aquella tarde, Alipia se vistió muy elegante con su blusa amarilla de rayas negras, agitaba sus largas pestañas y salió al frente de la colmena.
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No habían pasado unos minutos cuando un abejón llamado Emérito, quedó prendado de la belleza de Alipia y le declaró su amor, entregándole una hermosa flor.
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Alipia tomó la flor y en lugar de olfatearla y mirarla con ternura como hacen todas las enamoradas, comenzó a libar el néctar de esa flor.
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Emérito cada día le traía una hermosa flor a su amada Alipia y ésta libaba y libaba. Tanto fue el amor que le entregó Emérito a su enamorada, que cada día le traía una flor.
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Y fue así como un día Alipia se convirtió en la abejita más libadora de la colmena, pues ya no le bastaron las flores que le traía su enamorado, pues quería libar cada vez más. Así decidió salir a recorrer largas distancias a libar flores, siempre en compañía de Emérito, a quién amó para siempre por haberle enseñado el amor al trabajo y a valorarse a ella misma como una verdadera abeja.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela