Quien tiene voz debe largar el grito
hasta que estallen copas y vitrales,
hasta que el sordo escuche,
hasta que el ciego vea,
hasta que rujan los mares y las tierras.
Quien ve la luz, conoce las tinieblas
y debe alumbrar el fruto de su vientre,
la rabia contenida,
la furia atragantada,
la rebeldía que hierve por la sangre.
¿De qué nos sirve saber sin mover ficha?
¿De qué nos sirven los libros del estante?
Hay que aventar la hojas,
hay que sembrar las letras
en la tierra feraz de las conciencias.
No me conformo con escuchar los ecos
de los cantores perdidos en el tiempo.
Hay que empuñar la pluma,
hay que afilar las dagas,
hay que afinar las cuerdas,
hay que templar la espada,
y atravesar con ella a los canallas.