El cielo gris entristecido acompaña mi melancólico camino.
Aquella melodía hermosa, que estaba siempre conmigo, en la vida y en el quehacer diario,se perdió en la estela solitaria, que marcaba el sendero por donde te habías ido.
Tiempo cruel e incólume, que no sabes de pasiones o de amores, por qué te empeñas en hacer eterno, el dolor de la espera solitaria?
Por qué cuando están dos corazones enamorados, gozando de la dicha de estar juntos, te empeñas en ser fugaz y efímero?
Por qué en el momento de dicha y fortuna, de gozo y alegría, te conviertes en saeta imparable al viento?
Y es cuando en la soledad de la espera, en que cada segundo se convierte en una eternidad de mortal agonía.
Y si sentado esperas que acabe tu tormento, y tienes delante tuyo un reloj que en silencio, marca con lenta cadencia los instantes inacabables de martirio lento,
pues podrás comprobar que no es el tiempo, sino un cruel villano quien marca el ritmo de tu vida, y que sufre con tu dicha y goza de tu sufrimiento.
En el frío eterno de mi caverna solitaria, mis oídos se lastiman con el terrible sonido, de un viejo corazón al llorar con cada latido.
Mis pensamientos vagan en un sueño de quimera, para adormecer la piel al doloroso roce del aire vacío, y para por un momento olvidar que te has ido.
Oh vida cruel e infame. Por qué has de castigarme con seguir viviendo, en un mundo de lágrimas y tormento?
Para qué seguir insistiendo en prolongar esta agonía, no ves que estoy sufriendo?
Me niego a seguir luchando, por un destino que se me presentó esquivo.
Por una vida que me hizo probar el néctar divino del placer eterno, al sentir tus labios en los míos, y tu piel rozando mi desnudo cuerpo; y que luego me lo arrebató todo, al haber tú partido.
Adiós, fue bueno el haber vivido; pues en este cruel e infernal mundo, tuve la dicha de haberte conocido.
Nadie extrañará siquiera, a este miserable, que parte a las sombras del patíbulo, llevando consigo solo lo que trajo al mundo, al haber nacido.
\"Que haces? Estás llorando acaso? Que te pasó amor mío?\"
Oh Dios mío, en el momento de tan cruel agonía, me engañan mis sentidos, pues parece que a mis oídos, suenan de tu voz los graciosos sonidos.
Hasta casi siento tus tiernas manos, que acarician con una sutileza enorme mi cansado cuello, mis desordenados cabellos y mi rostro entumecido.
Aún con los ojos cerrados, aspiro con ansiedad el aire que me rodea, y puedo sentir tu incomparable aroma,
ese embriagante perfume que poco a poco se apodera de mi alma, que permanece inmune a toda pasión, sentimiento humano o carnal dolor mundano.
Mis labios sienten el roce de los tuyos, y siento el calor incomparable de tus besos. Siento tus brazos en mi cuello, y sobre el mío el calor de tu cuerpo entero.
Es tan vívido el sentimiento, que por un momento siento tu risa juguetona, limpiando las lágrimas de mis enceguecidos ojos somnolientos.
No puedo creer lo que veo: estás a mi lado de nuevo, y estás en mis brazos! Te abrazo con fuerza, me aferro a ti y a tu cuerpo, no vaya a ser un sueño esto.
Te ríes con fuerza: Tonto, me dices, no me he ido. Estoy acá, nunca he partido. Solo por un momento a un lugar no lejos de aquí, había salido.
No te vuelvas a ir, te lo pido. No puedo estar un solo instante alejado de tus hermosos ojos, tus apasionados besos, tus tiernas caricias, tu voz arrulladora, tu perfume embriagador y tus palabras de aliento.
No mi amor, no se te ocurra dejarme un solo día, que me muero de un suspiro.