Apenas alcanzábamos los nueve años cuando iniciamos el tercer grado de primaria, algunos con pies descalzos, otros con botas o zapatos. Vestidos con algodón o seda pero como pequeños aprendices, cual polluelos de codornices caminábamos bajo la guía de un joven profesor. Aprendimos tantas cosas sobre las letras, matemática y geografía; también sobre lo más importante: vivir en armonía, a compartir con alegría lazos de amistad, respeto y honestidad. Recuerdo aquellos días con sus risas y desafíos como el agua del río que tan clara corría por su lecho. Crecimos, muchos se alejaron de aquel pueblo caluroso y tranquilo, otros nos quedamos para ver florecer nuestras familias…los mangos y los rosales…para recordar aquella vieja escuela donde aprendimos a forjar amistades, a amar la naturaleza mientras un árbol sembrábamos a la vera del camino. ¿Cuántos de los que estamos grabados en esta fotografía aún nos abrazamos…nos deseamos un buen día en las mañanas de domingo? ¿Cuántos añoramos ser un poco niños y mirar hacia aquellas aulas, su patio de juego…y tocar con travesura la campana que marcaba la entrada, los recreos y el fin de la jornada…? Aquellos días…qué cerquita están cuando veo la fotografía o el saludo en tu mirada.