Uno salió por las calles
a convencer a vecinos,
el otro anduvo por valles,
atravesó mil caminos.
El primero persuadió
a ricos, pobres y abyectos.
El segundo se durmió
sumergido en sus proyectos.
Al alba a Dios recordó,
agradeció el nuevo día,
humildemente vivió
el crédulo, el vigía.
El sol de invierno mostró
sus ansias de mediodía,
el ateo se murió
sin saber a qué venía.