Era la gran noche, sus nervios activados
luces, sonido, acción y millares de aplausos
el poeta, se persigna y entra saludando
hay euforia colectiva, un verdadero mar humano.
Una suave melopea, le acompaña al declamar
es su poema favorito, porque le transporta al pasado
al más lindo de los amores, allá en su tierra natal
cuando sobre una yagua, se lanzaban cuesta abajo.
Y planificaban el futuro, a espalda del destino
profesionales, casados, con al menos cuatro hijos
pero un adiós rompió la magia, mató sus ilusiones
los adultos y su cordura, separaron a los jóvenes.
La enviaron a otra tierra, sugiriéndola a otros brazos
para que la distancia y el tiempo hicieran su trabajo
pero hay amores que no mueren, sobreviven en pedazos
aguardando en silencio, el veredicto de los años.
Ya no existe la cuesta, le dio paso al desarrollo
de la yagua ni hablar, el terreno es arenoso
ellos, dos seres normales, con dueños y secretos
cofres de un sentimiento al que todos creen muerto.
Y así transcurrió la noche, entre poemas hermosos
donde el público complacido, siempre pedía otro
y aquellos más románticos, humedecieron sus ojos
los críticos coincidieron, en que fue majestuoso.
Ya era por la mañana, y el artista leía la prensa
emocionado, exclamó, ¡gracias mi Dios por el logro!
se disponía a guardar, los diarios en una credencia
cuando una nota curiosa, le desorbitó sus ojos.
Anoche, la seguridad le impidió a una hermosa dama
llegar hasta el escenario, arrastrando una yagua
ella dijo entre sollozos, \"yo sé donde hay una cuesta
por eso traigo la yagua, déjenme hablar con el poeta\".