Quizás nunca leas estas líneas. El destino muchas se encarga de transformar en invisible al fondo de las historias, los capítulos de la gran novela van quedando en el rezago de la cotidianidad, van muriendo de mengua, mientras el tiempo construye su imperturbable reloj de arena. Solo queda soñarte con la misma intensidad de aquel que solo tiene corazón para quererte. He visto morir la tarde en el brillo de tus ojos, has renacido en el fragor de la mañana, con la misma intensidad de un gran amor que se resiste a formar parte de un sepulcro. Contigo he cruzado el desierto de dunas con aires calcinantes, leguas que mueren en los pasos que persiguen tus recuerdos. Senderos de arena que son infinitas muestras del hombre y su soledad. Remolinos de angustias con semblantes telúricos del desafío. Solo escucho al corazón que lleva la brújula de tu alma entre sus alforjas. El amor con atuendo de misterio para lograr sobreponerse al no tenerte. Solo me alumbra amarte con tal locura que la oscuridad recibe el reto de una pequeña luz, que se cuela entre las rendijas del imperio de las tinieblas; esa mínima manifestación de vida es el sentimiento que mantiene la esperanza hasta la última gota. Un hombre sin armas ni ejército, con sus oportunidades reducidas al olvido levanta su espada para gritarle a los vientos lo mucho que te ama. Posiblemente su grito desgarrador no sea escuchado, estas palabras sean baladíes muestras de un esfuerzo inútil; una batalla condenada a fracasar ante los contingentes del tiempo, sin embargo, en este corazón vivirás en el templo que jamás será sepultado, el más grande amor llena mis venas de ti...