poesía en la voz de Gaviota Romero Blandino
La vecinita de enfrente no, no,
no tiene los ojos grandes.
Ni tiene el talle de espiga, no, no,
ni son su labios de sangre.
Nadie se acerca a su reja,
nadie llama en sus cristales.
Que sólo el viento de noche
es quien le ronda la calle.
Y los niños cantan a la rueda, rueda.
Esta triste copla que el viento le lleva.
A la Lima y al Limón,
tu no tienes quien te quiera.
A la Lima y al Limón,
te vas a quedar soltera.
Que penita y que dolor.
Que penita y que dolor,
la vecinita de enfrente soltera se quedó.
Solterita se quedó.
A la Lima y al Limón.
La vecinita de enfrente no, no,
nunca pierde la esperanza.
Y espera de noche y día, si, si,
a aquel amor que no pasa.
Se han casado sus amigas,
se han casado sus hermanas.
Y ella compuesta y sin novio
se ha quedado en la ventana.
Y los niños cantan a la rueda, rueda.
El mismo estribillo que el viento le lleva.
A la Lima y al Limón…
La vecinita de enfrente si, si,
a los treinta se ha casado,
con un señor de cincuenta, si, si,
que dicen que es magistrado.
Lo luce por los paseos,
lo luce por los teatros.
Y va siempre por la calle
cogidita de su brazo.
Y con ironía siempre tatarea,
el mismo estribillo de la rueda, rueda.
A la Lima y al Limón,
que ya tengo quien me quiera
A la Lima y al Limón,
que no me quedé soltera.
Ya mi pena se acabó.
Ya mi pena se acabó,
que un hombre llamó a mi puerta y le di mi corazón,
y conmigo se casó.
A la Lima y al Limón.