Estoy conmigo mismo y Dios
aguardado tu dulce llegada
donde desliza sus dedos el sol
en la arista de aquella rama.
golondrino pensé que te encontraría
donde aquel arroyuelo fresco nace;
cerca del enebro intuí que pasarías.
¡Fue mi sorpresa! solo en este rincón,
ni el viento dio aroma de tu presencia,
ni en este árbol entonó el ruiseñor.