Y son los crepúsculos tan tempranos
que producen esas grandes congojas
por el eco de un suspiro que alejamos
cual crujido de las marchitas hojas.
Son las sombras de un mal sueño,
en laxitud de cielos de consciencia
que quedaron retenidos sin empeño
por penumbras de memoria y ausencia.
Que como un dedo deformado, señala
del sufrimiento su destello enfermo
que distante o cercano, no se calla
agudizando el dolor que es extremo.
Y como gotas de un llanto dormido,
en dos ojos con sus delirios vacíos.
van al cuerpo desnudo y carcomido
para extinguirse en destino sombrío.
Con ilusiones suspendidas en el aire,
formando palabras sin lograr parirse,
mira sus involuciones que volátiles
van por vórtices exánimes de su esfinge