Cincuenta y dos maneras de dar gracias
Recordando a mis padres, los extraño.
Bendiciendo a mis hermanos y a mi amado hijo,
él sabe que es mi luz y mi alegría cada día.
Abrazando a mi familia, somos tantos,
que los títulos no alcanzan y los saludo a todos.
Nombrando a mis amigos, los de cerca,
los de lejos, los que en todo me acompañan.
Y saludando alegre a los que habitan
y comparten conmigo, sin que aún nos conozcamos,
la alegría en esta esfera y sus trabajos,
y la noche del regreso, satisfechos, al descanso.
Sintiendo que estoy vivo cada día.
Honrando el sólo estar en este mundo.
Apreciando las formas de las cosas
y el sitio que me dan en su aventura.
Cuidando de no odiar, el odio mata
y se venga de nosotros en las cosas más queridas.
Mirándolos de frente, no hay más forma
para reconocer lo que me enseñan.
Citando mis errores, se hacen tantos que me admira
el perdón con el que todos son tratados.
Hablándoles de un mundo más dichoso,
hay tanto por hacer, somos tan fuertes
que no queda lugar para dudar y hacerse a un lado.
Cantando ayer y hoy cuanto conozco,
no hay más forma de honrar lo que me entregan sin pedirlo.
Y de lo que no sé extendiendo un puente,
así a la vida doy gracias por todo
y a todos por estar donde su luz justo hace falta.
Llorando porque sí, porque hay dolores
que quizá no tienen cura, pero sí siempre un consuelo.
Riendo por mejor, nada se aprende
si no dejas volar ya libre tu alma.
Haciéndoles a todos un lugar entre mis manos,
más sitio no poseo que este nido
y en él mi fe les doy de que si escribo
es sólo por volver feliz a casa con ustedes.
Callando mientras cantan, me sorprenden
con su fuerza vital y su alegría.
Sumándome a la paz, ya sea orando
o cuidando una flor que en mi jardín sólo aparece
y que no sé si sabe que dependo
más yo de su color que ella del agua que le doy para que beba.
Saliendo a caminar, grande es la tierra,
poco conozco, pero lo que he visto lo celebro.
Quedándome a dormir en una estrella,
así el amanecer también despierta cuando yo abro mis ojos.
Saliendo a trabajar, mucho es injusto,
pero no por ello voy a ir sin carga en esta lucha.
Hablando con el mar, se encuentra lejos,
pero siempre me escucha y me responde con sus olas,
y siempre me da la paz que mi pecho necesita.
Soñando un mundo azul, en que se acabe la injusticia
y aprendan los injustos que este es el sitio para todos.
Alzando al despertar el viejo puño para el cambio,
que nadie más vendrá si no mostramos el camino.
Diciendo al miedo no, tú no te quedas con mis calles,
que en ellas aprendí que con temor nadie las cruza.
Diciendo sí a la voz, esa que canta a las miserias
sin jamás olvidar que tiene oído la esperanza
y que un día un coro habrá en que el amor sea el gran himno.
Perdiéndome sin más, en días grises o soleados,
porque a veces no hay mejor que sólo ser yo con mis pasos,
salvo ese regresar en que me esperas en tu cama.
Dejándome llevar por la belleza de las cosas,
desde la copa de los brindis, desde el suelo
en que le viento levanta los papeles que han caído
aunque ya son basura que nadie más aprecia.
Atando los recuerdos con semillas,
así desde la tierra volverán con cada árbol.
Saliendo a caminar bajo la lluvia,
que así lloramos juntos por las calles
y se limpia la ciudad y el corazón lleno de lodo,
Hablando sin cesar, que así, si callo,
será el silencio el que me enseñe más palabras.
Compartiendo mi pan, a veces fresco, a veces duro,
pero siempre en la mesa en que sentado yo te espero.
Pidiendo por tu bien, que no otra cosa te mereces,
que no otra cosa tú me diste y jamás, jamás me olvido.
Cansándome de andar, que a veces pierdo la memoria,
pero de echarme sobre el césped saco fe con que alcanzarla
y fuerza en que volver a mi lugar en la contienda.
Llamándote porque sí, porque me gusta que contestes
como te gusta a ti saber las veces que en ti pienso.
Maldiciendo la ocasión en que no supe perdonarte,
porque entonces te perdí y algo de mí se fue contigo.
Dejándome llevar por las caricias de la brisa,
nadie más me entregó tanto sin pedirme nada a cambio.
Fallando sin dudar, que del error siempre se aprende
y, de no ser así, se aprende del ser simple humano.
Levantando el cristal de tantos sueños que se rompen,
otros nuevos vendrán y han de encontrar limpio el camino.
Jugando por jugar, que así los niños son felices
y nosotros también, que hay siempre un niño en nuestro paso.
Llevándote hasta el sur, allí me dicen que hay buen vino
y que en la tierra crece la ilusión del que ama y siembra.
Siguiendo en mi lugar, me faltan días y ventanas,
pero consciente soy de lo que habito y lo que entrego.
Partiendo tras el sol, ese es mi hermano y de la tierra,
que nos vean a los tres y entenderán qué simple es toda armonía.
Sintiendo al que no está, lo llevo adentro mío
y sé que un día después de yo no estar volveré a verlo.
Buscando lo mejor, que lo que soy es perfectible,
que por algo hay cada vez un nuevo sol en tu ventana.
Dejándome dormir, a veces tanto es mi cansancio
que con sólo escapar logro dejar atrás el lastre.
Y al fin, amándote, que no sabía que aún podía
hasta que te encontré o me encontraste, a quién le importa,
que a mis cincuenta y dos, no tengo tiempo de quejarme,
yo vine a ser feliz y es con ustedes que lo logro.
Por eso gracias doy, y a ti y a ti, gracias, y un beso,
no tengo mucho más, y es un honor que así me aceptes.
Amándote tras ser el que ha ganado y ha perdido
y el que apostando va con cada noche en que me abrazas.
Guardándome en la piel nuestros dos nombres y el futuro
que ya viene por ti, conmigo dándote la mano
y con todos los demás que con nosotros van creciendo.
E inventándome al final nuevas maneras y motivos
por los que agradecer, mientras las fuerzas no me dejen
y mientras tú, mi amor, quieras venir siempre conmigo.
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16 01 16