Y puede que la noche me distraiga
y que me pierda un nuevo amanecer;
la culpa aquí la tiene
la luna que me entretiene
derramando su estela por tu piel.
Y yo que busco el calor de tu mirada,
un instante que me pueda estremecer,
qué me importa, quedar sin madrugada,
si tus labios me prestan tu amanecer.
Y qué si en la mañana me distraigo
y me pierdo otro nuevo atardecer;
si ahora la culpa la tiene
el sol que me entretiene
brillando como brilla por tu piel.
Y yo que busco el calor de tu mirada,
un instante que me pueda estremecer,
qué me importa, sin ocaso mis jornadas,
si tus labios me prestan tu atardecer.
Que triste fue quedar sin madrugada;
y sin atardecer, poco después.