Me acaricio con sus manos sudorosas;
Y un polvo aherrumbrado esgrimió mi piel…
Me acaricio con la vista de color gris;
luz que logro filtrarse en mi mejor atardecer
y en ese corto viaje, sólo un final de humo
Se fundió con el sol, quizás, acaso, tal vez…
Me acaricio las ropas; el tejido muerto ya
decidió navegar por el mar de otra mujer.
Me acaricio la vida ciñéndome a su espalda
Y nunca… otras caricias, que se puedan leer…
Antonia Ceada Acevedo