Danza un ibis escarlata en el pabilo de la vela sobre la meza
Una danza danzada con discreta candela y a guitarra,
La meza de caoba tamborea el eco de sus tacones ficticios
Pero son mis ojos los que se han quedado clavados
Y a la vez se han ido, no es el ave la que me ha quitado el juicio,
Tampoco a sido el cabernet que refleja un vitral de rubí
Sobre tu rostro al atravesar la temblorosa candela
De luz del sagrado ibis por la copa de vidrio,
Han sido tus ojos tan oceánicos que rebotan en eco
Dentro de sus paredes de piedra todo lo que yo digo,
Ha sido tu piel blanca como perlada que contrasta
Con tu cabello lacio y lloroso, negro y ecuestre, con la estela de tus cejas
Y tu cuello abrazado por las fibras de ébano en el cuello de tu camisa,
Tu pecho estresando sus botones y tus manos temblando
Por mi, las venas en ellas tensando los durmientes en sus vías,
La guitarra comienza a acelerar sus notas
Las alas rojas en el pabilo de la vela bailan con más fuerza
Como si el ave de sanguíneas plumas entrara en el transe
De la uva fermentada y la música que no se detiene.
Sonríes, lo que yo diera por probar ese sabor
De vino, esa estela de vino que se queda en los labios,
Oler tu cuello, servirte el beso y al sol fermentado en tu copa.