Cruzando cerros, montañas
al trote aquel veloz cuaco,
raza pura en sus entrañas
pero mañoso bellaco.
Montado va aquel jinete
observando el cielo abierto
pensando darse un banquete
y encontró el hogar desierto.
La paloma se fugó
ya no espero su regreso
en un papel le dejó
pintado, su último beso.
Se llevó hasta la cuchara
por supuesto, no dejó
platos y por si faltara,
hasta almohada cargó.
La casa quedó vacía
ni el jilguero va a cantar,
también rompió la alcancía
para su viaje pagar.
¿y el ayudante del hombre?
¡también desapareció!
esto si no tiene nombre
¡solo calzones dejó!
Por: Alejandro O. de León Soto
Tijuana, BCN. MÉXICO, Enero 23/16