kavanarudén

Más allá del horizonte

  

Caminaba sobre la arena fría de una playa solitaria, mientras en viento se divertía despeinándome.

El sol había tramontado, se había perdido entre matices rojizos y naranjas.

No había naves en el horizonte ni pesqueros que regresaban.

La bruma se hizo presente ululando palabras solitarias.

Las olas morían estruendosas batiendo en la orilla.

Tímidas se asomaban las estrellas a lo lejos, la luna brillaba por su ausencia.

Me senté. Oteé a lo lejos mientras mi mirada se perdía al infinito.

Respiré profundo y mis pensamientos se perdieron en los meandros de mi mente.

Una gaviota volaba solitaria, parecía estar suspendida. Lento subía y baja. Nos miramos. Pude sentir su soledad, ella comprendió la mía. Descendió y se posó a mi lado. Compartimos el silencio y la presencia, sin necesidad de palabra alguna, no hacía falta, solo era necesario contemplar, estar, ser. Sin ningún tipo de temor.

No sé cuanto tiempo estuvimos uno al lado del otro, tampoco importaba. Lento pasaban los segundos, los minutos, las horas, hasta que extendió de nuevo sus alas y remontó el vuelo. La seguí con la mirada hasta perderse en medio de la neblina ultramarina.

Comprendí, una vez más, que lo esencial no se ve, está escondido en cada ser de la creación y es un precioso don el descubrirlo, verlo, contemplarlo.