Tengo los ojos rojos
y los bolsillos vacíos.
A la mitad de un mar transparente
yacen los ecos desangrados.
Terrible instante en que la muerte
me acaricia las alas.
En una porción de noche ocultan las nubes
su aterciopelado sexo. Largas cabelleras que
deambulan invisibles.
Una lagrima es un silencio
distorcionando las sonrisas.
El nectar venenoso de las heridas
resulta delicioso sobre la mesa.
A un costado del corazón
la luz se refugia adolorida. A cruzado la
isla desnuda y solitaria.
Ahora se que soñar equivale a mentir
solo que la víctima muere al amanecer.