Qué pena
La luz de este templo se está apagando,
Las velas ya no arden, ni cantan sus fieles como antes
¿seré yo el que ahoga sus ilusiones?
Mis tenues llamaradas ya no alumbran
Y en mi alma perduran los cánticos de otros tiempos
Más no puedo ver otras almas en el templo
Veo baratijas sobre los asientos olvidadas
Mantillas de encaje ultrajadas
Quizás ya no encuentren el Dios aquel
Que alumbraba el sendero salvífico
Y entonces como yo se van borrando.
Vienen otros a intentar completar los vacíos
Pero sus velas no alumbran como otras
Quizás esté perdiendo mi visión
Y mis oídos no escuchen aquellas tonadas de encanto
Finalmente alguien que trata de destruir este sueño
Se vaya con las manos plagadas de odios y falacias.
CARLOS A. BADARACCO
19/10/16
D.R.