En la brecha de la madrugada
me instalo en estrellas
me debato en la niebla
contemplando la constelada
y calmada paz que me acompaña.
Es tu fulgor, tu voz, aquello magnético
tus iris de nebulosas y pupilas de agujeros negros
tus nieves de piel que me ponen frenético
tu alma sencilla que contempla mi cerebro
¡oi! Aquellos besos que muerdo lento
aquellos acelerados pechos
trémulos sísmicos.
ganas de dar más, de encender más
esa que me cautiva
que encuentra tesoros ocultos
en lo arcano de tu corazón
despertando en ti estupor
entre coraje y amor
dentro de tu infinita esencia
Es un corto prefacio
de donde yo me anido.
Adolfo D’Erizans