El pensar se confiesa reiterado, constante
como si fuese un acto inmoral en la cocina,
La vida del fuego vacila reiterada, constante
como si fuese un acto inmortal en mi mente.
Las sartenes se calientan esperando, cotizando,
un trozo de carne salada con estrés fundamental,
Sellado, callado, para que no vote sus jugos vitales,
sólo ese sudor de becerro, obrero, cifra explotable.
Obrando aprendo y me limito, miserías cansadas,
sonrío, enamorado, por esa cocina muchas veces cruel,
lloro, angustiado, por esas lecturas de cebollas implacables,
deseo, soñando, por otros sabores de realidades inexprolables.