Escuchando a mis pulmones gritar, el río lloraba
pensé estar solo, sin embargo el sol estaba frente a mi,
el aire paseaba sobre aquel río,
aquel aire que borraba la lágrima que hería sobre mi mejilla al recordar.
Decidía mis pies mojar, no estaba solo, éramos el sol, mi ser y alguien más, sin embargo aún no lo sabía. Permití al agua mojarme, buscando consuelo conmigo mismo; ahí acechándome estaba vestido muy formal, se distinguió por el brillo en su traje, él se convertiría mi nuevo amigo y la razón de este escrito.
“Perdón señor, no le pregunté si podía bañarme en este lugar, ¿Me da permiso de acompañarle?” - dije con respeto.
“Continúa joven, te admiraba cuanto disfrutabas de mis aguas”- me respondió.
“Gracias señor” me bañaba, flotaba, ahí me detuve a contemplar las formas graciosas de las nubes, esas que se olvidan al crecer.
“¿Qué observas joven amigo?” - dijo el sapo mientras las miraba conmigo. “Algo que parecía que había olvidado.” dije.
“¿Porque dices que habías olvidado?”- preguntó sorprendido.
“Sabe señor sapo, los humanos parecemos máquinas, insensibles y programadas. Pareciera que la vida lleva un patrón a seguir. Casi todos crecen por igual, con la misma idea, siguen el mismo camino, y hay algo que parece importarles mucho, el dinero.”
¿A qué te refieres con eso de dinero? ¿Qué es eso?- cuestionó.
“Físicamente, es un papel…”
“¿Pero si es un papel porque es tan importante?” - Me interrumpió.
… me quedé sin palabras para poderle explicar, y al mismo tiempo pensaba: ¿Cómo un ser como Don Sapo podía pensar así de nosotros? mientras pensaba él me notó la mirada perdida y me dijo:
“No me explico cómo las personas de tu raza pueden darle tanta importancia a un pedazo de papel; ustedes nos critican por la manera como nos vemos, lo que comemos, o cómo lucimos, la verdad hay personas que son ciegas con ojos abiertos. Quieren admirar solo lo que está frente a sus ojos, sin embargo no ven más allá de sus propias narices. La belleza es ciega ante los ojos del despistado.”
Don Sapo tenía razón- pensé- muchos van por la vida criticando, señalando, más bien ellos no saben que cuando apuntan con un dedo, tres más los auto señalan. Por eso, Don Sapo me enseñó una gran lección ese día en su poza.
Cuando le busque para compartirle mi pensamiento, Don Sapo se separó, y solo le vi desaparecer entre el agua mientras dibujaba el camino hacia el ocaso. Y por eso decidí escribirle esto.
Gracias buen amigo.