La dejaste desierta, sin candado ni llave,
las paredes desnudas, las persianas colgantes.
Ahora es todo penumbra lo que fue luz un día,
donde todo brillaba, sólo el polvo resbala,
pegajoso y obsceno, impregnando mi vida.
Los cajones vacíos, saqueado el recuerdo,
los armarios repletos de cacharros grasientos…
He gritado tu nombre y se han roto los vidrios,
han temblado los suelos y los techos umbríos
y ese catre olvidado que ayer fue nuestro lecho
parecía una tumba con sudarios mugrientos.
La bañera oxidada aún gotea su herrumbre,
las goteras de ausencia, por el suelo se esparcen…
He cerrado la puerta con candado y con llave,
he prendido el mechero sin pensarlo un instante
y he quemado de un soplo nuestro hogar, nuestra calle
y el amor que te tuve y juraste guardarme.
Sin girar la cabeza me hundiré entre las sombras,
arrastrando mi alma entre el miedo y el hambre
de tenerte a mi lado, de volver a encontrarte
destejiendo recuerdos, arrojando a la lumbre
viejas fotos, canciones, el sabor de tus carnes,
y esos versos que nunca volveré a susurrarte.