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El triste lamento de un poeta solitario

 

 

 

Vida nueva, vida que pasa y queda, transcurre y recuerda, no olvida, extraña y llora tus memorias desoladas que angustiosamente desean un poco de aroma, de brillo en los pétalos de una flor sencilla y cristalina, reflejo de la mirada del cielo, los ojos de la luna se clavan en tu piel como los anzuelos de la costa de los pescadores que a sudor y trabajo ganan lo necesario.

Costa de arena fina, rugosas dunas diminutas, sal de roca que corta como navaja la piel de mis labios, tu color de primavera se ha desvanecido, el invierno llega y yo todavía no logro sacar de mis pensamientos tus brillantes ojos de esmeralda, quizás porque un pobre y golpeado corazón de piedra se ha enternecido con tus caricias, con oler tu perfume cada mañana, con calmar las ansias de escapar de un mundo desquiciado e individualista.

La triste y penosa realidad es que yo quizás era el más creído y desquiciado de todos, en aquel entonces, mis pensamientos eran una laguna mental en medio de una tormenta de relámpagos fugaces que terminaban con el aletear de un triste y rebuscado recuerdo.

Ay de mi que en el sentido de la razón, de lo factible y contable he puesto esperanzas mientras que sin duda alguna he pasado de listo y de tramposo al creer que los corazones solo transitan en un solo sentido.

Pues, rectifico y ahora como ánima de los llanos solo me queda velar y custodiar aquellos recuerdos preciados que trajeron alegría a mi existencia.