Encontré tus ojos...
y los esquivé, sofocado
en la idea de ser inoportuno.
Pero el impulso me lleva
una vez más a ese encuentro.
En la mesa, todos comentan amables
haciendo el marco ideal
a mi necesidad de hablarte.
Otros ojos, son los tuyos...
me miran quietos, francos
dejan que los mire
tu boca, entre abierta...
invita tentadora, amistosa.
La distancia que nos separa
se anula, percibiendo
la cosquilla de tu rubor...
hasta que por fin
elevaste tu mirada
salvando la mía.
Entonces, pude observarte
desesperada deglutir
el bocado que te atragantaba...
Tomé la copa de vino
y paladeándolo
continué el dialogando
no sé que, con no se quién.