Has revoloteado en mi pecho como una tierna libélula en primavera. Volaste desde los confines del universo mismo, en sutil tránsito de estrellas. Solo tú podías cruzar humedades y desiertos interminables; hacer pequeñas a las grandes formaciones rocosas del planeta. Con admiración te observaron los océanos aventados de tiburones, sonrieron los peces de colores; delfines danzaron para tus ojos en el Pacifico sur. Una coral hicieron los ríos en las vertebras de los peñascos, desde el fondo de sus afluentes te dedicaron las más excelsas melodías que conozca la vida. Un mundo espectacular consagrado a honrar tanta preciosidad. Las obras de arte de los grandes museos del mundo, abrieron lugar en sus aposentos eternos para colocar tu rostro. Ellas sabían que un portentoso pincel te había constituido en única. Tu hermosura trasmutó en aquellos espacios de ensueños. Aquel pincel de Dios también te dibujó en mi alma para siempre. Con oleos eternos escribió la palabra amor, y llenó a mi corazón de ti, como fuente imperecedera; colmó mi sangre con los tórridos besos de tu dulce boca. ¡Oh, manjar suculentos, piélago de delicias infaltables en el bongo de tus caricias… ¡ Soy viajante eterno en la nube de tus ojos. Todo un hechizo que me atará a cada espacio de ti. Estás sembrada en cada resquicio de mi alma. No existe espacio de mis adentro en dónde no estés. Te anidaste en mis brazos para no marcharte nunca. Es por eso, que cada noche, este corazón impregnado de tus aromas te aguarda con desbordante pasión. Es un encuentro plegado de misterios que se van develando cuando mi pensamiento me conduce a ti. Los sueños te traen tirada de magníficos corceles dorados que conducen una carroza de luz. Es el amor que siento lo que me hace que olvidarte sea una empresa imposible; aún en la lejanía de tu puerto me enloqueces. Te sigo queriendo con la misma intensidad del primer día, Es increíble este amor que se resiste a morir. Cada segundo renaces en este corazón que te anhela…