Quiero ser el único dueño de tu ambrosía
que es miel dulce como no hay ninguna,
del caudal de caricias que es mi fortuna
que tejen mis noches de sublime fantasía.
Ser dueño del beso que das con algarabía
y de su sabor agridulce de verde aceituna,
del abrazo otorgado por la plateada luna,
ser el único motivo que te brinde alegría.
Ser dueño de tu cuerpo que acrecienta
las ganas de pasión que tengo para darte,
del desfile de caricias que me alienta
a por siempre en mi corazón adorarte.
El brillo de tu mirada calma la tormenta
que provoca en secreto amarte.