Oscar Perez

Esperanza

Esperanza

 

Lo siento, pero yo, pero yo tengo mi esperanza,

en medio de la cruz, del caos, de la noche,

en medio de las hombres que aún percibo como hermanos,

de los muertos que se matan a sí mismos trabajando,

diez horas en un día, masacrándose sin sueños

y en compras sin sentido y, de paso, unos a otros,

peleándose la luna, comparando sus viviendas,

en medio de ciudades en que no logro ser vecino,

que no logra habitarme con tanto y tanto espejo,

con tanta vida en vano, con tanto sin sentido,

de arder, de amar, de asesinar toda confianza,

de pretender que todo es un tema de mercado,

de angustia, de evasión, de programada podredumbre,

en medio de este sol que no es ni centro del sistema,

cual el hombre no lo es ni sus sutiles desconfianzas,

y es que veo una flor en las hendijas del cemento,

en las solapas del notario, en la desconocida tumba

y, aunque marchita y gris, aunque sin riego,

me anima a preguntar desde qué tierra habrá venido,

desde que zarzas y desiertos, desde que agua,

envenenada de seguro, encarecida por los amos

y hasta inconsciente aun de su legítima belleza.

Y es que veo un dolor en las espinas de esa hendija,

en los floreros que rompió sin porvenir la ventolera,

en las astillas de cristal que luego caen por los ojos,

se instalan en las venas del que vive acomodado

y no hace sino ver la libertad como un naufragio,

la suerte como un mal, la desventura como un rumbo,

y es que sé que no sé si de verdad algo nos queda,

pero no puede ser que nos rindamos tras la orgía,

que nos matemos tras el pan, que nada, nada nos aliente,

que si todo nos borra, que si el cielo se derrumba

y el hombre sueño abajo y la tierra diminuta,

no puedo sino creer que algo mejor hay piel adentro,

que tras de la explosión que no se oirá en el sol vecino,

que no conmoverá a los millones de astros viejos

ni menos a los nuevos que se dan al infinito,

debemos patalear, babear, por último abstraernos

y levantar la flor con cada pétalo marchito

y en un libro guardar sus hojas casi transparentes

y en un cofre doblar los viejos sueños detenidos

y en un sueño esperar que todo, todo cambie

y que sea para mejor, pues, como digo, contra mi honra,

contra todos los anuncios de tristeza o de apatía,

en pleno vendaval, en pleno mal tengo el deber,

tengo el placer, tengo el dolor, tengo la suerte

de sostener con y sin paz, con y sin mano,

una esperanza que confío es para todos y por siempre.

 

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25 01 16