A ti amigo querido que compartes mis horas muertas.
La elocuencia de tu silencio me acompaña.
No me siento solo teniéndote a mi lado. Me conquistas con tus argumentos.
En las noches eternas, cuando el insomnio toca mi puerta y entra sin permiso, ahí estás siempre dispuesto. Entablamos un íntimo encuentro, mientras disolvemos las horas que pasan sin darnos cuenta.
Me embriaga tu olor y me apasiona tocarte, acariciarte, sentir tu suave piel mientras me abres tu interior, me donas, generoso, tu sabiduría.
Muchas veces me has hecho llorar, soñar, reír, vivir una aventura sin fin.
Te conviertes en el alimento de mi alma, enriqueciéndome con tus argumentos.
Hoy quiero agradecer tu presencia en mi vida.
Le pido a Dios larga vida en salud y que la luz de mis ojos no se apaguen para poder seguir deleitándome con tus páginas, libro querido, mi íntimo y gran compañero.