Heliconidas

Adiós, barroco

Expoliado de tu amor y hermosura,
cual vaticinio asombra al profeta,
el eclipse total de tu silueta
me acerca al desamparo y la locura.

No quiero decir más de lo que digo,
si digo que tus besos encendidos,
mudaron genuflexos, aburridos,
del jardín de mis labios que fue abrigo.

La diáspora urgente de tu cariño,
da permiso a tu soberbia y encono.
El abismo prefiero a tu abandono,
me arrancas el amor cual dulce a un niño.

Galimatías fue tu boca acerba,
trapisondista de mis sentimientos.
Patética visión de sufrimientos
mi ser exangüe, devastado, observa.

Sometido a zurra, ya zaherido,
como inspiración elude al poeta.
Guarida oscura del anacoreta
es mi corazón de querer teñido.

Tragedia feroz, aquí, en la morada.
El leño apagó, ni siquiera arde,
ardid fue tu llanto en la fría tarde.
Adiós me dices en la balaustrada.

Todo te di: placer, fortuna, fama.
Antología cruel de tus afrentas,
ensaya tu puñal en mi osamenta.
Mi elixir de amor aún derrama.