Aún te sigo queriendo como antes
a pesar del silencio que me asfixia,
a pesar del dolor que me atenaza,
de la helada tiniebla que transpiras.
Aún me quedo prendido en tu ventana,
aunque siempre la luz esté apagada
y me siento a esperar junto a tu puerta
como un perro sin dueño ni esperanza.
Sé que no volverás, que nuestra casa
se ha quedado vacía y encerrada
en las cuatro paredes del olvido,
desde que te marchaste una mañana.
Pero llevo conmigo tu perfume,
la dulzura sin fin de tu mirada,
tus palabras cargadas de ternura,
el calor de tus manos tan amadas.
Y esa piel que le dio vida a mi vida
y esa luz que encendías en mi alma
cada vez que besándome los ojos,
me entregabas tu amor de madrugada.