Raquelinamor

EL PACTO


I
Caminaba por la arena... conversando con mi alma,
vagando... descalza en busca del anclaje de mi barca,
cuando se enfilaron mis velas hacia azules ojos de cielo,
incrustadas gemas en un rostro hermoso casi perfecto,
y miradas dueñas del cuerpo sagradamente apetecible,
al instante, nacientes emociones de salitre perturbaban,
la mente de la hembra rebelde que su juventud habitaba,
a plenitud llena deseos carnales, y emociones ancestrales,
hormonas revelando la misteriosa seducción del encuentro.

II
La tarde anunciaba su retirada, volaban las gaviotas cantoras,
el paisaje alucinaba, el sol ocultaba su desnudez entre nubes,
correteaban hojas del otoño, saludando a inquietas palmeras,
el verdor de los montes a lo lejos como testigos bajo el cielo,
y unos cuerpos deseosos, sobre arenas su pasión se daban,
bañados de sudor, el salitre sus lenguas ansiosas probaban,
mientras el horizonte romance infinito sus besos acunaba,
entre el mar de los olvidos y los cielos del paraíso perdido,
la pasión aventuraba el límite del reino de los imposibles.

III
La noche llegó victoriosa,  albergó los amantes,
y bastó un solo amanecer, entregada al infinito placer,
al abrigo de brazos amantes y del fuego de unos besos,
de sumergidas abejas en sus profundos océanos de miel,
apresados ardidos en toda la furia del universo salvaje,
comenzaron una vorágine historia llena de emociones,
se invadieron pliegues ocultos del manto suave de la piel,
mientras mis ojos iban cerrándose, se abría un misterio,
cuerpos sudorosos fluidos embriagante en sus emociones,
el paisaje de mi desnudez reflejada en ojos del hombre
un gemido pariendo un placer, caricias, un volver a renacer.

IV
Emociones infinitas jugando el desafío de la vida y la muerte,
un amor moribundo se alejaba en el olvido del profundo mar,
ramillete de sensaciones nacientes se arrinconaban pacientes,
hasta esperar la inevitable llegada al mundo, del temido ocaso,
entonces perdida y sin consuelo, la mañana de la despedida,
escapaba de sus brazos y  ví que un brillo eXtraño le irradiaba,
era Poseidón Dios de los Mares, que no quiso apartarse de mí,
me dijo: ¡mujer! quédate  en las eternidades, ¡serás feliz!
y así  pacté, con Poseídon quedando rendida a sus pies.

V
La tristeza de esta vida me amargaba, iba a saltos de sirena,
y se congelaron mis piernas y eran convertidas en cola de pez,
aletas eternas y fue como cambié un corazón lleno de penas,
por la pasión de una sirena, atrapada en las profundidades,
donde conocí el amor una sola vez...

fuí sumergida en las aguas de los mares, furiosas del placer.


raquelinamor
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Enero/2016