En un campo de àridas praderas,
se agita un àrbol, lìvido y desnudo;
ya no tiene el follaje de otras eras,
y aùn resiste el huracàn señudo.
Y sus fràgiles ramas se parecen
a fantasmas que vagan en las nieblas:
que a las sombras se ocultan y aparecen
a la luz de la luna en las tinieblas.
Yo tambièn, como el àrbol de la historia,
soy fantasma que huye del pasado;
de los golpes, lo cruento y de la escoria.
Ahora boy, cavizbajo y desgarbado,
a enterrar de mi vida la memoria
que el destino a su paso me ha dejado.