El amor quedó danzando en aquella mirada. Fueron apenas instantes de un chispazo mágico del obstinado destino. Sus desafiantes ojazos fueron como lanzas ardientes, un extraño encuentro de dos historias que apenas pudieron cruzar algunas palabras. Los kilómetros intermitentes fueron bostezando por aquellos predios de arboledas y serranías; un desfiladero de pequeñas cuestas que se colgaban sobre otras, mientras trascurrían instantes que descubrían nuevos horizontes, que eran como abrir los brazos para recibir la calidez de un clima distinto. Azul profundo en el cielo que terminaba de desparramar un aguacero, que convirtió a la vía en espejos de agua sobre la tez amarillenta del terraplén