La derrota.
A mi llegada a Vall d´uixó, el molino abandonado de arroz del siglo XIX rápidamente se convirtió en el mayor símbolo del municipio. Rodeado de bancales de naranjos perdidos y por varios acueductos, uno ellos con base romana que casi roza sus muros de los que escapa un tranquilo laberinto acequias moras de callado rodeno hundido .Rotas por las aristas de los edificios de un nuevo orden. Presentí que con la caída del molino caería el pueblo. El molino no tardó en quemarse. Ocurrió sin mucho escándalo, casi fue un incendio tranquilo, perfecto, tranquilizador para muchas conciencias. Hoy estaban plantando árboles a su alrededor, cuando crezcan... todo se abra olvidado, pero solo su reconstrucción y la utilización de las huertas que lo rodean iniciaría la restauración de lo perdido.
I.
Se quemó el molino,
con la misma indiferencia de la gente que bosteza juntos los arcos.
Se quedó el molino,
como la muerte abandonada en los pájaros sobre sus piedras.
Y el agua que daba trabajo a mil bocas aplastadas,
Silenció su canto.
Y las bocas no dijeron nada,
mientras la noria sin molino todo lo molía desde el aire.
Bajo los puentes estaba la calle con frío.
Resistiendo con todas sus vidas a toda la ruina,
que bajaba desde arriba.
Y se quedaron como la muerte abandonada,
helados entre los naranjos disecados,
con pájaros vigilantes entre sus ramas.
Todas las sirenas estaban sonando,
pero no importaba más que la derrota misma.
Era una lucha para ver quien más perdía.
Y el fracaso de la batalla de los niños en las pizarras
la de los enfermos en los algodones de los hospitales.
La bienvenida entre las alambradas de los que huían del holocausto,
era el rostro de la Gran Victoria.
Pero ningún general quiso ponerse la medalla.
Por eso las ranas y otros anfibios,
metidos en sus charcas,
cantaban felices a Júpiter para que lanzara más rayos,
ahora contra los enfermos de Parkinson.
Así el círculo se iba cerrando,
poco a poco en el ojo de un parado.
Angelillo de Uixó.