Y yo, qué aré sin ti…
Solo tierra baldía.
Si vieras lo que fui:
pena, llanto… Falsía
es mi ser si faltas tú.
Mis jardines interiores
pronto mueren sin tu luz;
además, hay deterioros
varios que no contabilizo…
Qué más da.
Yo preciso
que en mi alma no hay aforo
para tantos.
Creerás
que exagero
y dirás
que no es para tanto,
mas no mienten mis quebrantos
y tampoco
mis desesperos.
Aunque, relativamente, fueron pocos
los días procrastinados
de tus besos y tus ojos
a los míos.
Y, sin embargo, cómo he llorado…
Algo que juzgaba inverosímil,
hasta que fue pasando
el tiempo, símil
a una eternidad en el inframundo…
Por tu ausencia.
Y luego
de clamar a todos los dioses
Por haber y habidos… Cielo, mundo,
ávido de ti y tu presencia,
llegó el amanecer de nuevo,
con arreboles sublimes y cantos.
Sí, valieron mis ruegos;
y, tus inolvidables encantos
me devolvió –generoso-, ¿el Cielo?
¡Hoy río!
Y un río de dicha…
de mis mejillas lava
la vaporosa huella
de la desdicha;
porque tu ser me clava
un “te amo”, tan dulce que huella
del más pequeño al más grande
rastro de tristeza…
Y soy feliz y así ando
porque te tengo…
¡Quién sabe hasta cuándo!