Esa mañana en la misa
se armó la marimorena
que una muchacha morena
apareció de esa guisa
¡qué guapa estaba la nena!
¡qué escotada su camisa!
que a algunos causó sonrisa
y otras murieron de pena.
¡Ozú qué linda es la niña!
¡olé replicó el marqués!
que guapa y qué bella que es
las demás que tengan tiña.
La muchacha recatada
se postraba de rodillas
mientras detrás de puntillas
regodeaba la mirada.
En tanto que al ir de prisa
un paisano, un feligrés
mirando se dió un traspiés
y el coro estalló en la risa.
Asistentes no prestaban
la atención que reprimian
entre tanta avemaria
la mirada no quitaban.
El cura inició el sermón
y al ver que nadie atendía
así a dios se dirigía
pidiendo una explicación
Señor que al amor hiciste,
e hiciste a mis parroquianos
salidos, tan casquivanos
y en qué lio me metiste.
Y aquí pido compasión
para sus ojos insanos
tan lascivos, tan humanos
sin control de la emoción.
Que yo, médico del alma,
que también un hombre soy,
no sé ahora donde estoy
noto que algo se me empalma,
©donaciano bueno
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